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14 jun 2013

Creación de la mujer

Era alguna noche oscura en una mente errante, 
donde el vino destilaba locura.
Intimidante se acercaba el pensamiento, 
mientras la negación le mordía por dentro.
Una frase, un recuerdo, todo erizaba los cabellos.
Pero de nuevo, el pensamiento acechaba, 
mirando perspicaz esa viva imagen.
Quiso poner la mente en blanco, 
quiso no pensar en nada.
Se abrió paso la bendita esperanza, 
en forma de un dedo recorriendo la espalda.
Se encontraron cuando se miraron, 
y luego él posó unas palabras en sus labios:
Ve hacia delante, corazón
encuéntrame en el fondo de tu jaula de latón.
Y sellando con un beso, un choque eterno, 
se fundieron en uno: el alma y el cuerpo.


Tierra

11 mar 2013


Cuando algo te impresiona, te azota la mente. Causa tal impacto en tu subconsciente que te aletarga. Esta sensación indescriptible fielmente la absorbemos como una esponja. No podemos sacárnosla de la cabeza, e incluso a veces llega a herir.

Esta impresión que se nos da, es quizás de los mejores acontecimientos que puede pasarle a una persona. Es la impresión de decir, soy consciente de que algo ocurre, de que me están afectando,  que soy consciente de que soy algo.

Esa sensación de tercera persona en una narración cómica, empezó en la época griega. Hubo alguien en algún momento que paró de andar por la calzada del mercado y pensó: ¿Por qué existen mis pies? Podrían perfectamente no existir, pero ahí están, con sus sandalias y sus uñas, con sus marcas y sus arrugas. ¿Cuál es el motivo por el cual se me presentan mis pies como existentes? Está claro que ahí están, inmóviles, mirándome, y yo a ellos.  ¿Dónde está la causa de que estos pies existan y estén ligados a mí, en cuerpo y mente?

Entre toda esa admiración y aturdimiento, es donde surge la cuestión central de todo esto, las cosas que nos afectan existen y son, y el hecho de que nos hacen prestar atención a ellas no lo sabemos ciertamente.
Me pregunto cómo se sintió esa persona, todavía confusa, cuando se agachó y se tocó los pies con un dedo de la mano. Luego cogió varios dedos y los pellizcó.

Pensaría: Está claro que existen, los tengo aquí, parados, esperando  una orden mía para ponerse a caminar. Podrían perfectamente no existir, pero si lo hacen, están ahí, y ¿Por qué?

¿Hay algún tipo de predeterminación para que estos pies existan? Está claro que existen, pero, ¿Tienen una causa de su existir más allá de que los percibo como seres o están destinados a existir por algo?

Y luego, erguiéndose de nuevo, empezaría a volver a caminar. Mientras lo hacía, algo le impactó de nuevo:
Está claro que sirven para algo, estoy caminando, ¡Y la función de trasladarme la hacen realmente bien! Y también parece que me sostienen perfectamente. Quizás….sí, quizás es que estén destinados a trasladarme y soportarme. ¡Eso ha de ser!

Y siguió caminando. Pensando en que quizás es que las cosas que percibimos como reales y existentes a nuestro alrededor, tienen la razón de su existir en ser destinadas a afectarnos, a cumplir una función o destino, o incluso a servirnos.

Y siguió caminando por las calles del mercado hasta llegar al ágora, mientras andaba  un paso de sus pies le punzó en la cabeza creándole la vaga idea de que podría ser que las cosas existentes existían de forma necesaria, quizás no habría nada que existiera azarosamente, quizás nada que no pudiera azotarle a la mente no podría llegar a existir. Pero en ese momento no le quiso prestar mayor atención a esa vaga idea, en ese momento no.

Tierra

12 nov 2012


Con deseos de disfrutar de una tarde ociosa, salí a contemplar la naturaleza apagada típica del otoño. Lejos de la ruidosa y vacua ciudad, me limité a pasear en silencio y ampliar mis sentidos. Esa tarde escuché lo que apenas oigo y contemplé lo que habitualmente no me detengo a vislumbrar. Sentí lo que por costumbre toco y descubrí lo que de mágico tienen las cosas más comunes. Abrí de par en par las ventanas del alma y el mundo se presentó de forma diferente. La naturaleza encierra un secreto para el que la quiera escuchar. 

Deslumbrado por la belleza de la natura la intuición dormida despertó y contemplando un castaño escuché el susurro de sus hojas. Acercándome a él sentí aún más su reclamo y sentándome a sus pies me recosté. Cerré los ojos y sin abandonar la vigilia me vi dominado por intuiciones que sobrepasan los conceptos e imágenes preñadas de recuerdos de algún tiempo que no recuerdo. 

Entonces me vi a mí, un ser insignificante comparado con la ingente cantidad de hombres que a lo largo de la historia Gea ha dado cobijo. Observé también cómo el dia de mi natalicio las Moiras escogían, hilaban y cortaban el hijo de mi vida a su voluntad. ¡Qué descanso para la vida práctica saber que mi vida estaba ya hilada de acuerdo a una voluntad externa! Mis faltas no serían sino pasos necesarios que un arbitrio había escrito en el libro de la historia. Entonces observé lo que tan acomplejado me tenía en mi juventud, a saber, que la hermosa Calíope, musa de la elocuencia, había estado ausente en mi natalicio. ¡Pobre de mí, que mis labios no se viesen embaucados por la inspiración de la que los poetas gozan!, ¡Pobre de mí, que mis anhelos más profundos se viesen truncados por su ausencia! ¿Qué hice yo para que ese día no me proporcionases con tu presencia tu mayor ofrenda? Entonces advertí que el destino que se nos brinda difiere del que nosotros añoramos, y que éste no es sino el anhelo que nos sirve de motor para llegar a aquel. 

Aquella tarde comprendí que el Universo está en continuo movimiento y que, como los engranajes de un complejo reloj, debía esperar con calma porque sin lugar a la más mínima de las dudas éste marcaría la hora en el preciso momento en que debiera darla.

Aleph 

29 oct 2012


EL REGRESO DE PERSÉFONE

Para inaugurar el blog me gustaría exponer el motivo del titulo de nuestra página.

La grieta del Hades no es sino un himno a Perséfone, hija del Zeus y Deméter. Cuenta los mitos griegos que su tío Hades se enamoró de ella y un día la raptó mientras se encontraba recogiendo flores en compañía de sus amigas las ninfas y sus hermanas Atenea y Artemisa. En el momento en que Perséfone se agachó a coger un narciso, la tierra se abrió y por la grieta Hades la tomó y se la llevó.

Raptada su hija, Deméter inició unos largos y tristes viajes en busca de su adorada hija, durante los cuales la tierra se volvió estéril. Al tiempo, Zeus ordenó a Hades que devolviera a Perséfone, pero esto ya no era posible pues la muchacha había comido - no se sabe si por voluntad propia o tentada por Hades -  un grano de granada mientras estuvo en el Infierno. Como se sabe, un bocado de cualquier producto del Tártaro implicaba quedar encadenado a él para siempre, pero Zeus logró que Perséfone pudiera pasar parte del año en los confines de la Tierra junto a Hades, y la otra parte sobre la tierra con su madre, siempre y cuando Deméter prometiera volver al Olimpo y cumplir su función germinadora.

La leyenda cuenta que el origen de la primavera radica precisamente en este rapto. Cuando Perséfone es llevada a los Infiernos, las flores se entristecen y mueren, pero cuando regresa, las flores renacen por la alegría que les causa el retorno de la joven. Como la presencia de Perséfone en la tierra se vuelve cíclica, así el nacimiento de las flores también lo es. Por otra parte, durante el tiempo en que Perséfone se mantiene alejada de su madre Deméter y es confinada al Tártaro como la esposa de Hades, la tierra se vuelve estéril y sobreviene la triste estación del Invierno.

Perséfone, hija del  padre de todos los dioses y la diosa de la fertilidad, es un personaje mitológico que permitió de forma alegórica explicar a los griegos el origen de las estaciones.